La teoría polivagal, propuesta por Stephen Porges, nos ilumina sobre cómo nuestro sistema nervioso autónomo (SNA) impacta en nuestras emociones y comportamientos. Esta teoría explica que el SNA tiene dos ramas principales: la simpática, que nos prepara para la acción, y la parasimpática, que nos ayuda a relajarnos. Sin embargo, Porges introduce una división adicional en la rama parasimpática del nervio vago, que es crucial para entender nuestras reacciones ante el trauma.
El nervio vago se divide en dos ramas: la ventral y la dorsal. La rama ventral, más evolucionada, nos ayuda a sentirnos seguros y a conectar socialmente. La rama dorsal, más primitiva, se activa en situaciones de amenaza extrema, causando una respuesta de inmovilización. Esto no es una simple respuesta de supervivencia, sino que está profundamente influenciada por experiencias traumáticas pasadas.
Muchas veces, sin darnos cuenta, podemos sentirnos atrapados en un ciclo de autoinmovilización debido a la sobreactivación de esta rama dorsal. No es que las personas elijan victimizarse o disfrutar del sufrimiento; más bien, sus cuerpos están reaccionando a un daño fisiológico por trauma (Aclaraemos que una respuesta fisiológica de tauma no necesariamente se origina por un evento taumático, la vulnerabilidad consinstente, pequeñas violencias cotidianas pueden afectar tanto cómo un evento mayor).
A pesar de entender lo que nos ha pasado o saber qué debemos hacer para solucionar problemas actuales, estas respuestas automáticas pueden dificultar nuestro avance.
Para comenzar a sanar y abordar estas reacciones fisiológicas, aquí hay algunas prácticas que pueden ayudar:
Conexiones seguras: Fortalecer las relaciones con personas que nos hagan sentir seguros y comprendidos. Esto puede ayudar a activar la rama ventral del nervio vago, promoviendo la calma y la conexión.
Practica de técnicas de coherencia y respiración consciente: Practicar las técnicas de HeartMath y técnicas de respiración profunda puede reducir la activación del sistema nervioso simpático y calmar el cuerpo.
Movimiento físico: Actividades como el yoga o el tai chi integran el movimiento con la respiración y pueden ayudar a regular el sistema nervioso, proporcionando una vía de expresión y liberación del estrés acumulado. De hecho cualquier ejercicio que se disfrute y que se pueda hacer en compañia es provechoso. Compartir con conexiones seguras lugares en la naturaleza también es muy sanador.
Entender que estas respuestas no son una elección consciente, sino una manifestación de traumas pasados, es el primer paso hacia la sanación. El segundo paso es ir reesstruturando nuevas respuestas a base de repetición, y con la contención y el acompañamiento apropiado.
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